Suele suceder. Todo lo que reluce suele perder brillo cuando enfrente hay un mastodonte competitivo como Novak Djokovic, el ganador de los ganadores en esto del tenis. Con él al otro lado de la red, los rivales que con tanta fuerza y tanto brío vienen, caso de Grigor Dimitrov, acostumbran de repente a ir perdiendo el pulso y las sensaciones. No siente la pelota el búlgaro, un artista que estos días de otoño ha recuperado el vigor y el pincel, pero que en un abrir y cerrar de ojos, a la que pestañea, no encuentra la artillería ni manera alguna de hacerle daño al de Belgrado. Esto es una final, y ya se sabe cómo funcionan las cosas cuando Nole está sobre la pista, salvo extraña excepción. Rara vez perdona. Así que el desenlace de este París-Bercy (6-4 y 6-3, en 1h 39m) ofrece el fotograma que en 2009, 2013, 2014, 2015, 2019 y 2021: el serbio alza esa especie de cornamenta que se entrega al campeón y vuelve a cantar victoria. Son 40 en los Masters 1000.
(Noticia de alcance, en breve les ofreceremos la ampliación).
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