Lo último y lo que está por venir para frenar la alopecia

«Pero si es solo pelo». Esta frase de ánimo aparentemente inocente le provocó a Conchi Botillo durante años un profundo malestar. Debutó con una alopecia areata leve a los 13 años y a los 51 se quedó sin pelo. Al sentimiento de pérdida por la caída del cabello y el vello de todo su cuerpo y al complejo camino de aceptación de su nueva imagen, se añadió un tremendo sentimiento de culpa cada vez que alguien invalidaba sus sentimientos. Estaba sana ¿Cómo podía quejarse o estar triste por algo tan aparentemente banal como el pelo? «Te sientes mal porque no te reconoces, no te ves como eras antes y no le dan importancia: ‘Es solo pelo. No te preocupes, peor son otras enfermedades más graves. Estas sana’. No te dejan el derecho de sentirte mal y te sientes doblemente mal. Yo me sentía egoísta y culpable. Es un círculo muy perverso. Pero es lógico que te sientas mal y tienes derecho a pedir ayuda psicológica y que se te dé», explica Conchi Botillo, presidenta de la Asociación de Alopecia de la Comunidad de Madrid a ABC.

Una incomprensión con la que tienen que lidiar muchos pacientes con alopecia areata. «Tradicionalmente el impacto psicológico ha sido banalizado y por considerarse erróneamente como una enfermedad meramente estética, pero realmente la alopecia areata es una de las enfermedades que por su visibilidad tienen mayor impacto emocional en la vida de las personas que la padecen. En una sociedad donde la imagen tiene un impacto importantísimo en las relaciones personales y sociales la alopecia supone e impone un cambio en la autoimagen que se tiene de uno mismo y que conlleva pérdida de autoestima, sentimientos de estigmatización y pérdida de nuestra identidad», asegura Sandra Ros, psicóloga adjunta del Servicio de Dermatología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona).

Los estudios que han realizado desde los servicios de dermatología de este centro reflejan que aproximadamente un 40% de los pacientes sufren síntomas de ansiedad y depresión, y tiene una fuerte carga en la calidad de vida de las personas a nivel personal, laboral, social y sexual.

La enfermedad, que aparece porque las células inmunológicas del organismo atacan al pelo del propio paciente cuando no deberían hacerlo (patología autoinmune), no tiene cura y las opciones de tratamiento, hasta ahora, eran muy limitadas. En el caso de Conchi empezó con inyecciones de corticoides, después pasó a los corticoides orales, pero no funcionaron y a cambio, por su edad, favorecieron la aparición de otras patologías. Lo siguiente que le propusieron fueron los inmunosupresores. «Ahí me planté. Llevaba tiempo yendo a terapia psicológica, me encontraba con más fuerza de preguntar pros y contras. Las probabilidades de éxito no estaban claras y dije que no», recuerda esta paciente.

El doctor Sergio Vañó, presidente del Grupo Español de Tricología de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), explica que para esta enfermedad se han estado utilizando «múltiples tratamientos fuera de indicación como los pulsos de dexametasona, inmunosupresores clásicos, inmunoterapia con difenciprona, infiltraciones de triamcinolone, etc». «Son efectivos, pero sobre todo los tratamientos sistémicos tienen un perfil de seguridad malo a largo plazo, con lo cual no podíamos mantener las terapias mucho tiempo y los pacientes recaían», señala.

El experto habla en pasado porque, este mes de octubre, se ha presentado en España el primer tratamiento aprobado para la alopecia areata grave en adultos, baricitinib, desarrollado por Lilly, que ya está disponible en nuestro país y ha sido incluido para esta indicación en la financiación pública por parte del Ministerio de Sanidad. Para Vañó, la aparición de los fármacos antiJAK y, concretamente baricitinib, supone «un antes y un después en el manejo de los pacientes con formas graves de esta enfermedad».

«El fármaco modula una vía específica llamada vía JAK, que participa en el mecanismo de aparición de la alopecia areata. Al bloquear esta vía permite que casi la mitad de los pacientes que lo toman puedan alcanzar una repoblación muy significativa después de 9 meses de tratamiento (es necesario esperar a veces más de 4-5 meses para ver resultados). El perfil de seguridad en estos pacientes es bueno, por lo que nos permite mantener el tratamiento un periodo más largo que las terapias anteriores, incluso mantenerlo años», comenta.

La aprobación actual es para adultos con alopecia areata grave, pero esta enfermedad también puede afectar a los más pequeños. De hecho, lo más frecuente es que aparezca en la infancia o en adultos jóvenes. En nuestro país, actualmente, los menores solo pueden acceder al baricitib a través de un ensayo clínico que acaba de comenzar en diferentes centros. «El perfil de seguridad es bueno porque, aunque son fármacos nuevos en areata, son conocidos en medicina porque se llevan utilizando más de diez años para problemas de artritis. Es muy prometedor», afirma el doctor David Saceda, especialista en la Unidad de Tricología del Grupo de Dermatología Pedro Jaén, en Madrid, e investigador en este estudio.

Para areata, y de la misma familia de los inhibidores de JAK, se ha aprobado recientemente en Europa otro fármaco, ritlecitinib. Se espera que se empiece a utilizar en nuestro país a lo largo de 2024 para el tratamiento de adolescentes mayores de 12 años y adultos con esta patología.

La areata es un tipo de alopecia, pero no es la única ni la más frecuente. Se han documentado más de un centenar de alopecias distintas y «hay tratamientos prácticamente para todas ellas», asegura el doctor Saceda.

La más típica

La más común es la alopecia androgénica, tanto en hombres como en mujeres. Tiene una base genética muy importante y puede evolucionar por factores hormonales o de estilo de vida. «El tratamiento médico es la única forma de incidir en estas partes de la biología afectadas por la genética», afirma el doctor Saceda. Estos fármacos pueden administrarse por vía oral, tópica o inyectada. Será el dermatólogo quien haga el diagnóstico y prescriba el tratamiento más adecuado para cada paciente. El experto destaca que, en concreto, el minoxidil oral ha sido nombrado en el último congreso de la Academia Americana de Dermatología como uno de los ‘game changers’ en el tratamiento de la calvicie común, ya que ha supuesto una revolución. El formato tópico, que lleva años disponible, puede resultar bastante engorroso para los pacientes porque ensucia el pelo, mientras que con el oral basta con ingerir una cápsula al día. Todos estos tratamientos funcionan mientras se utilizan, por lo que conseguir una buena adherencia es importante. Si se suspende su uso, la alopecia sigue su curso. Además, es importante ser paciente con los resultados. «Todos los tratamientos son lentos y cualquier mejoría es progresiva. Hay que dar un margen mínimo de 8 meses y a veces tarda un poco más», advierte el experto en Tricología del Grupo Pedro Jaén. La buena noticia es que la investigación está muy activa en este campo. El ‘pipeline’ (el flujo de nuevos productos que se encuentran en fase de desarrollo) en alopecia androgénica «en los últimos diez años se ha multiplicado por ocho. Hay muchísimas opciones por vía tópica, algunas de ellas interesantes, que requerirían aplicación semanal, y terapias muy diferentes a las de ahora, que se encuentran en fase de ensayo clínico, y van a revolucionar si llegan a buen puerto», afirma el doctor Saceda.

El enigma de la frontal fibrosante

Un tipo de pérdida de pelo que afecta especialmente a las mujeres es la frontal fibrosante, una forma de alopecia cicatricial de origen autoinmune y hormonal en la que se suelen perder las cejas, y la línea del pelo de la frente y las patillas va retrocediendo. Hace diez años, era típico en mujeres después de la menopausia, pero, «a día de hoy, la mitad de las pacientes se diagnostican a edades muy jóvenes, entre los 30 y 40 años. Ha disminuido la edad y se está viendo en hombres», advierte el doctor Saceda, quien señala que hay un aumento global de este tipo de alopecia, sobre todo en España, «seguramente por una predisposición genética que existía». Lo que no se tiene claro aún es qué factores externos están provocando un aumento en su frecuencia.

En este tipo de alopecia, el tratamiento médico tiene como objetivo principal frenar el problema, pero no se puede asegurar mejoría. «Con los tratamientos actuales antiinflamatorios conseguimos frenar el 70-80% de todos los casos y, cada vez más, podemos realizar trasplante capilar reconstructivo en zonas pequeñas. Además, hay una serie de investigaciones en curso para conseguir nuevos tratamientos por vía tópica u oral», augura el especialista en Tricología.

Trasplante capilar, no para todos

Aunque el trasplante capilar se puso muy de moda, no sería una primera opción. «Hay que seleccionar bien qué pacientes pueden someterse a trasplante. Lo más importante es haber iniciado un tratamiento médico previo. Si se consigue mejoría así, el paciente a veces pospone o elimina la posibilidad del trasplante», afirma el doctor Saceda.

En esta línea, también hay investigaciones en curso para conseguir una fuente inagotable de cabello para trasplantes. Científicos de la Universidad Yokohama, en Japón, dieron en 2022 un paso clave: Por primera vez obtuvieron folículos pilosos maduros ‘in vitro’ a partir de células de la piel de ratones. Los folículos pilosos crecieron durante un mes, alcanzando hasta 3 milímetros de largo de pelo de roedor. El doctor Saceda se muestra cauto sobre la posibilidad de llevar estos avances al ser humano: «Será una realidad algún día porque el campo de la medicina regenerativa celular será el futuro, pero no me atrevería a hablar de un futuro a corto plazo».